En esta ocasión, tuve el privilegio de capturar la esencia de una mujer que, además de poseer una gran belleza, irradiaba una fuerza enorme a través de su imagen. El desafío inicial radicó en las sesiones fotográficas, debido a su falta de fotogenia, a pesar de haber colaborado incansablemente, cumpliendo con cada solicitud que le planteaba. La gran ventaja para mí radicaba en en que era un persona conocida y era consciente de las notables diferencias entre las fotografías y el natural.
Una vez obtenido el material necesario, opté por realizar un retrato de medio cuerpo, con la protagonista semi-sentada sobre una banqueta negra y ataviada con un atuendo completamente negro. Inicialmente, trabajé las formas y la valoración principal con una capa de óleo de color verdaccio, posteriormente, incorporé la gama de colores presente en la obra, incluido un fondo negro. El resultado fue una imagen impactante, con un peso visual significativo y un gran contraste. La piel iluminada de la retratada, el rojo vibrante de sus labios y el destello del colgante resaltaban sobre el fondo negro.
A pesar de estar convencida de cada decisión tomada, la vida, con su naturaleza impredecible, intervino en el proceso. Tuve que pintar la obra en un periodo en el que las demandas laborales y las circunstancias familiares me desbordaban, convirtiendo el proyecto en una historia aparentemente interminable.
Cuando finalmente dispuse de más tiempo, reconsideré mi enfoque y opté por crear un busto utilizando la técnica del pastel. Esta técnica, que abordo con la misma dedicación que empleo en la pintura al óleo, presenta la ventaja de adaptarse a sesiones de trabajo, por más cortas que sean. El resultado, en marcado contraste con mi propuesta inicial, generó una obra más vivaz y con un tamaño más adecuado para el espacio al que estaba destinada.
Fue el único retrato que entregué ya enmarcado. Temía que la manipulación en el proceso de enmarcación pudiera alterar las delicadas capas superficiales de pigmento, resultado de mi búsqueda meticulosa de detalles en una técnica poco propicia para la insistencia, y sin el uso de fijador. Opté por un paspartú de un beige muy claro. La moldura, sencilla y confeccionada a mano en pan de oro, proporcionaba un acabado limpio y armónico. No obstante, el marco fue modificado, lo cual resalta el riesgo de entregar obras ya enmarcadas, puesto que cada hogar y cada persona poseen una identidad única que debe armonizarse con la obra de arte.